Polinesia Francesa es un placer para los sentidos, el lugar más paradisíaco que hemos visitado hasta ahora. La variedad de fauna marina que encuentras ya en la orilla es fascinante. Y a ello contribuyen sus aguas cristalinas. Con este viaje, pusimos muy alto el listón de los destinos de playa. Si quieres saber más, no te quedes con las ganas y sigue leyendo.
Crónica de nuestro viaje a Moorea
Polinesia Francesa es uno de los denominados países de ultramar de Francia. Su capital es Papeete, en la isla de Tahití, la más importante del archipiélago. Se encuentra situado en el Pacífico Sur, entre Nueva Zelanda y América del Sur.
Cerca, cerca de España no está, pero las casi veinticuatro horas de viaje que se necesitan para llegar se olvidan nada más poner un pie en este paraíso terrenal. En nuestro caso, lo tuvimos un poco más fácil porque veníamos de hacer una ruta por la costa oeste de Estados Unidos, así que volamos desde Los Ángeles, y ocho horas después, estábamos allí, pellizcándonos para comprobar que no estábamos soñando.
A última hora de la tarde, aterrizamos en el aeropuerto de Papeete, localidad en la que pasamos la noche. Aunque nos habría gustado explorar Tahití, apenas contábamos con cuatro días y nuestro destino era Moorea: una isla de origen volcánico y muy frondosa, alrededor de la cual la barrera de coral protege a las innumerables especies que viven en ella.
Nos levantamos al alba para coger el ferry que nos llevaría allí y nos sorprendió la frenética actividad existente desde bien temprano. Es mucha la cantidad de gente que va y viene entre islas ya a las seis de la mañana.
De Tahití a Moorea es posible viajar en avión; el trayecto dura apenas quince minutos, pero en nuestro caso, por una cuestión de horarios, nos convenía el ferry (tardamos unos treinta minutos) y, además, así nos sumergimos más en la vida autóctona y nos ahorramos los controles en el aeropuerto, aunque, seguramente, las vistas de la barrera de coral desde el aire bien merecerán hacer el viaje en avión.
En Moorea nos alojamos en el hotel Hilton Moorea Lagoon Resort&Spa, en la parte norte de la isla, y la experiencia fue muy positiva.

También tenemos buenas referencias del Hotel Sofitel Moorea. Habíamos contemplado la posibilidad de alojarnos en el Hotel Intercontinental, pero la parte de mar a la que da no tiene agua tan transparente como la del Hilton.
En el Hilton, como en la mayoría de hoteles del estilo, existen bungalows sobre el agua y bungalows en la zona ajardinada. El nuestro estaba en la zona ajardinada y tenía una terraza bastante amplia y una piscina privada.

La piscina era pequeña y, la verdad, no le dimos mucho uso porque pasábamos el día en la playa o haciendo actividades. A nosotros no nos hacía especial ilusión dormir sobre el agua, así que decidimos optar por uno de los bungalows del jardín. Además, la diferencia de precio entre unos y otros era considerable. Por ello, quienes solo quieren vivir esa experiencia, pero sin gastar mucho dinero, reservan una noche sobre el agua y el resto en la zona ajardinada.
La isla más conocida de Polinesia Francesa, junto con Tahítí, es Bora Bora, destino de innumerables lunas de miel. A nosotros, sin embargo, unos amigos que habían recorrido varias de las islas nos recomendaron Moorea porque, además de las aguas cristalinas con multitud de fauna marina, cuenta con muchísima vegetación en su interior y ofrece un sinfín de actividades (relacionadas con el submarinismo, recorridos por la bahía en moto de agua, excursiones en el interior de la isla en quad o 4×4, etc.).
La isla emana un constante aroma a tiaré, la gardenia típica de Tahití que muchos se colocan detrás de la oreja. En el aeropuerto y en los hoteles es muy probable que te reciban con un collar hecho con estas flores. Todo el mundo es muy amable y te reciben siempre con una sonrisa. Cuando estás allí, es imposible no acordarse de los cuadros de Gauguin.
En el hotel es posible contratarlas, pero nosotros, a excepción de una clase de ukelele, muy productiva, por cierto, las buscamos en Internet a través de la web Viator.
Concretamente, hicimos un tour en moto de agua con Top Jet Moorea, muy recomendable. La empresa es de una pareja belga-francesa que lleva unos años viviendo en Moorea y conoce a la isla a la perfección. Éramos cuatro motos (íbamos dos personas en cada una) y el tour recorría las dos principales bahías de la isla, realizando algunas paradas en las que la guía nos explicaba curiosidades sobre la isla. Otra de las paradas que hicimos fue para bañarnos con mantas-raya y unos tiburones inofensivos. Fue una experiencia increíble y tuvimos suerte porque pudimos disfrutar del baño prácticamente solos.
Aquí el link: https://topjetmoorea.com/en/home/


Otra de las actividades que hicimos fue un tour por el interior de la isla con Safari Mario. La excursión fue en un todo terreno que, en ocasiones, más parecía una atracción de feria por los botes que los sinuosos caminos de montaña le hacían dar. Mereció la pena porque nos enseñaron una plantación de piñas y otra de vainilla, subimos al mirador de Belvedere, con unas impresionantes vistas y comimos coco, que nada tiene que ver con el que encontramos en España. El tour lo hicimos con tres parejas de italianos y nos divertimos mucho.
Aquí el link: https://www.safarimario.com/en/


Las excursiones no suelen comenzar antes de las nueve de la mañana y se vuelve al hotel para comer. El resto del día lo pasábamos descansando o aprovechando el material que nos dejaban gratis en el hotel (snorkel, piragua y paddle-surf).

Mi recomendación es madrugar bastante, levantarse en cuanto amanece para aprovechar bien el día. Nosotros fuimos a finales de septiembre y amanecía en torno a las seis de la mañana y anochecía a las seis de la tarde. Nunca habría imaginado estar en la playa antes de las ocho de la mañana, pero a esa hora el sol ya la calentaba y la sensación de estar tumbada en la hamaca en ese paraíso con apenas gente alrededor es indescriptible. Y las puestas de sol son otro de los espectáculos que ofrece esta isla y que no puedes perderte.

A nosotros no nos dio tiempo, pero existe la posibilidad de pasar el día en alguna pequeña isla o atolón de los alrededores. Según nos dijeron, es todavía más paradisíaco.
Y, por supuesto, si te gusta el buceo, estás en uno de los mejores lugares del planeta para practicarlo.
Clima
Quizá tenga que ver con la época en la que fuimos nosotros, pero, normalmente, todos los días, sobre las doce o una del mediodía, se nublaba y caían unas gotas de lluvia. Nada que nos chafase los planes; enseguida volvía a despejar. La temperatura era muy cálida, sin llegar a ser sofocante, aunque el ambiente era húmedo, y he de reconocer que imaginaba que el agua del mar estaría más caliente.
¿Dónde comer?
En la zona en que está el Hotel Hilton, al menos cuando fuimos nosotros, no había más que un restaurante que estaba cerrado, no recuerdo si por obras o por vacaciones, así que no teníamos otra opción que comer y cenar en el hotel. Los precios no son baratos, pero es que Polinesia Francesa barato, barato no es.
El fin de semana por la noche, en los hoteles suele haber cena con espectáculo de danzas típicas de las tribus indígenas. Muy curioso.

¿Cómo moverse?
Si quieres moverte con libertad por la isla, puedes hacerlo en coche o en bicicleta (algunos hoteles tienen servicio de alquiler de bicis). También tienes la opción de tomar un taxi existen autobuses, aunque parece que los horarios no son muy fijos ni puntuales.
Otras cosas que hacer en Moorea
Si te gustan las perlas, no puedes marcharte sin comprar sus famosas perlas negras. A nosotros nos recomendaron comprarlas en Have a nice Pearl, una joyería que se encuentra en el Hotel Moorea Pearl Resort and Spa y nos trataron muy bien.
Aquí el link: http://www.haveanicepearl.com/
Y, si eres de zumos y batidos, allí podrás probarlos muy ricos y variados.
¿Te he convencido?
Nosotros ya estamos pensando en volver. Estuvimos cuatro días, pero podríamos haber estado una semana y te aseguro que no habríamos encontrado momento para aburrirnos.
Si te decides a conocer este maravilloso lugar, no olvides llevar un buen repelente para los mosquitos, abundante protección solar y muchas ganas de disfrutar. ¡Ah! Y, si la tienes, una cámara que puedas sumergir. Querrás retener la fauna marina más allá de en tu retina.