En esta crónica descubrirás lo que no te puedes perder si solo dispones de tres días para visitar Venecia. Considerada por algunos como un parque temático, sufridora de recurrentes inundaciones y con un coste de la vida que no cesa de aumentar, es una ciudad de la que huyen los venecianos y que, cada vez, atrae a más turistas. Nosotros la visitamos a principios de junio y podemos asegurar que se trata de una buena época, pues los días son largos y la temperatura veraniega, pero sin llegar a ser sofocante. El viaje lo hicimos por libre y aquí cuento todo lo que vimos.
Llegada:
Sobre las siete de la tarde de un viernes aterrizamos en el Aeropuerto Internacional Marco Polo de Venecia. Allí mismo cogemos un autobús para llegar hasta el apartamento, situado en una calle perpendicular de Strada Nuova, a la altura de la famosa Ca’ d’Oro, en Cannaregio. Cannaregio es un distrito con mucha vida, pero alejado del bullicio que inunda la ciudad cada día.
El autobús nos deja en Piazzale Roma y ahí cogemos un vaporetto hasta la parada Ca’ d’Oro. El precio del billete del autobús es de quince euros ida y vuelta. Nos compensa comprar ida y vuelta porque nos servirá para volver al aeropuerto. El precio del vaporetto es de siete euros y medio y es válido durante setenta y cinco minutos. También hay tickets para veinticuatro horas, que cuestan veinte euros. Si lo vas a coger varias veces en el día, merece la pena; además, es válido también para ir a Murano, Burano y otras islas de los alrededores. Y, asimismo, hay tickets para dos y tres días.

Dejamos las maletas en el apartamento y salimos a dar un paseo por la ciudad de los canales. Tras recorrer las estrechas callejuelas que discurren por los alrededores de Strada Nuova y cruzar varios puentes, llegamos a Fondamenta Misericordia, una zona llena de bares y restaurantes, con mucho ambiente. Numerosos grupos de gente joven charlan en la calle, mientras toman algo. Intentamos cenar en Paradiso Perduto, un restaurante de comida típica veneciana que nos han recomendado, pero está a tope y la lista de espera es larga. Después de dar una vuelta por la zona, entramos en el restaurante Diana, en la misma calle, donde cenamos muy bien.
Como hace buena noche, de vuelta al apartamento, decidimos continuar el paseo hasta la plaza San Marcos (Piazza San Marco). La encontramos vacía y bien iluminada. Resulta chocante no ver un alma, cuando de día es un lugar abarrotado. Disfrutamos de ese momento de calma y admiramos el conjunto de edificios que se alzan majestuosos ante nosotros, entre los que destacan la basílica de San Marco, el Campanile, la torre del reloj y el Palacio Ducal.
Basílica de San Marco Piazza San Marco
Tras ese primer contacto con la ciudad, damos por finalizada la jornada y volvemos al apartamento. Hay que reponer fuerzas, que el día siguiente se antoja movido.
Día 1:
Aprovechamos que en el mes de junio anochece tarde y no madrugamos. Salimos de casa sobre las diez de la mañana. El bullicio reina en las calles. Igual que numerosos turistas, nos encaminamos hacia el puente de Rialto, el más antiguo de los que cruzan el Gran Canal, y recorremos el mercado de Rialto; un mercado con varios siglos de historia, en cuyos puestos abundan el pescado y la fruta. Perderse por las callejuelas de sus alrededores merece la pena. En esta zona abundan las tiendas y encontramos también alguna cafetería donde degustar un buen espresso.

En Venecia existe la posibilidad de dar un paseo por sus canales en góndola. No es un servicio barato, pero es una experiencia que no se repite todos los días. El recorrido dura treinta minutos y tiene un coste de ochenta euros. El precio es por góndola, no por persona. En nuestro caso, éramos cuatro, así que nos salió a veinte euros por cabeza. Cogimos la góndola en el Gran Canal, cerca del puente de Rialto y recorrimos una parte del que es el canal principal de la ciudad y otros pequeños canales que desembocan en éste.
Paseo en góndola por el Gran Canal Paseo en góndola por canales secundarios
También hay recorridos nocturnos en góndola (el precio creo que es más elevado, entorno a los 100 euros) e incluso gondoleros que cantan durante el trayecto (seguramente, en este caso, el precio sea también más elevado).

Después de nuestro paseo en góndola, nos acercamos a la iglesia Santa María Formosa. A cinco minutos a pie, en la calle Lunga Santa María Formosa, se encuentra la librería Acqua Alta; una librería de viejo que, sin duda, merece una visita y que debe su nombre al fenómeno de mareas altas que experimenta la ciudad en determinadas épocas del año, inundándose sus zonas más bajas,. La manera en que se apilan los libros para protegerlos de las inundaciones no deja a nadie indiferente.

No podéis marcharos sin visitar el pequeño patio que se encuentra en su interior.

A continuación, nos dirigimos a la iglesia de S. Giovani e Paolo. Y de ahí, a la calle Varisco, la más estrecha de la ciudad, con solo cincuenta y tres centímetros de ancho.

El hambre aprieta y se nos ha hecho un poco tarde. Los venecianos comen antes que los españoles, así que algunos restaurantes ya están cerrando. Comemos muy cerca de la calle Varisco, en el restaurante La Colonna. Todo un acierto.
A las cinco y media de la tarde, empieza el Free Tour que hemos contratado con Buendía Tours para recorrer el centro de la ciudad. El punto de encuentro es la puerta de la Gallerie dell’Accademia. Con el tour visitamos varios puntos relevantes de la ciudad:
- El Puente de la Academia: otro de los cuatro que cruzan el Gran Canal. Es de madera.
- La Scala Contarini del Bovolo: escondida en un callejón sin salida, esta original escalera de caracol forma parte del Palacio Contarini del Bovolo.
- El Campo de San Samuele.
- El Campo de Santo Stefano: una de las plazas más grandes de la ciudad.
- El Campo San Maurizio.
- El Teatro la Fenice (solo el exterior).
- Plaza San Marcos, que a esas horas está abarrotada.
- El puente de los suspiros: construido entre el Palacio Ducal y una antigua cárcel de la Inquisición, debe su nombre a los suspiros de los presos que por él pasaban.
Puente de la Academia Teatro La Fenice Scala Contarini del Bovolo Piazza San Marco Puente de los suspiros
El tour dura dos horas y merece mucho la pena. Nuestro guía, un joven español licenciado en Bellas Artes, que cursa el doctorado en Padua, es un gran conocedor de la ciudad y de la historia del arte, así que nos alegramos de haberlo contratado porque nos llevamos unas pinceladas muy interesantes del centro de la ciudad. Además, nos da una serie de recomendaciones (aunque no tuvimos tiempo de probarlas):
- La zona del Campo Santa Margherita para tomar unas copas.
- Gelacoteca Suso, al lado del puente de Rialto.
- Restaurante Rosso Pomodoro (napolitano).
- Osteria dal ponte (cerca de la iglesia de San Giovanni e Paolo).
- Osteria da Filo.
De ahí cogemos un vaporetto para cruzar a Fondamenta delle Zattere, un paseo que da al Canal de la Giudecca, lleno de restaurantes con agradables terrazas y heladerías. Cenamos allí.
Canal de la Giudecca Atardecer en el canal de la Giudecca
Desde allí vemos pasar varios inmensos cruceros. En ellos viajan los miles de turistas que durante el día llenan la ciudad.

Volvemos al apartamento en vaporetto. El espectáculo de luces que ofrecen las casas que dan al Gran Canal es digno de admirar.
Día 2:
Toca visita a Burano. Cogemos el vaporetto desde Fondamenta Nove y nos lleva hasta allí. Murano nos han dicho que no merece mucho la pena, salvo que estés interesado en la fábrica de vidrio, así que decidimos visitar solo Burano y disfrutarlo sin prisas.
Burano es un pueblecito muy mono, con casitas de colores, lleno de tiendas y restaurantes.

Llegamos temprano y todavía disfrutamos de un par de horas sin aglomeraciones. Después, empiezan a llegar turistas procedentes de excursiones y se llena.
Tomamos un Aperol Spritz en Eceoro. Aquí se pueden degustar las tres variedades de Spritz: Aperol es el más dulce, Campari más amargo y Select intermedio. A continuación, comemos en el restaurante Ai Cesendeli, muy cerca de Eceoro.
Pasar la mañana en Burano nos ha evitado el susto que se han llevado quienes estaban en Venecia, al chocar un crucero contra un muelle en el canal de la Giudecca, justo donde cenamos la noche anterior. Y, quizá, el barco es alguno de los que vimos pasar.
Después de comer volvemos a Venecia. El vaporetto nos deja en el Lido y ahí tenemos que coger otro hasta Accademia. El recorrido en barco desde el Lido es bien bonito y el tiempo acompaña.
Vista desde el Lido Canal Palacio Ducal desde el canal
Visitamos la Galería dell’Academia, que nos decepciona bastante, pues el museo es un tanto caótico. La entrada cuesta quince euros por persona. Sí es interesante la oportunidad que tenemos de ver expuesto el papel donde Leonardo Da Vinci dibujó el hombre de Vitrubio, pero se trata de una exposición temporal.
A continuación, nos dirigimos a la iglesia de Santa María della Salute, que se alza, majestuosa, en el Gran Canal y cuya cúpula puede admirarse desde muchos puntos de la ciudad. En el camino, recorremos una serie de callejuelas en las que abundan las galerías de arte, las joyerías y tiendas de souvenirs.
Tras descansar un rato en el apartamento, salimos a dar un paseo por el barrio judío (Ghetto Nuovo) y alrededores, una zona del distrito de Cannaregio mucho más tranquila que el centro de la ciudad y con mucho ambiente.

Esta vez sí, conseguimos cenar en Paradiso Perduto (previa reserva). La comida es buena y típica de la zona, pero tardan mucho en atendernos y el servicio no es todo lo diligente que cabría esperar.
Llegando al apartamento, entramos en la heladería Grom de la Strada Nuova. Y, así, saboreando uno de sus deliciosos helados, termina nuestro tercer día en Venecia.
Día 3:
Nada más salir del apartamento, nos dirigimos a la basílica de San Marcos para visitarla. La entrada es gratis. Se puede reservar por Internet, supuestamente para evitar colas, pero cuando vamos, hay la misma cola con reserva que sin reserva. Esperamos unos veinticinco minutos. Tenemos suerte de que el calor todavía no apriete. De todas formas, la espera merece la pena. En su interior, impresionan sus mosaicos, obra maestra del arte bizantino.
Es posible subir al Campanile, que se encuentra en la misma plaza de San Marcos. El precio es de ocho euros; sin embargo, existe una alternativa gratuita, que consiste en subir a la azotea de un centro comercial de lujo, no muy lejos de allí, justo al lado del puente de Rialto: Fondaco dei Tedeschi.

Se puede reservar online la hora a la que quieres subir y, una vez arriba, te permiten estar quince minutos admirando las vistas. Nosotros reservamos, prácticamente, sobre la marcha y pudimos disfrutar de ese ratito sin aglomeraciones.

Comemos cerca del apartamento en una pizzería, recogemos las maletas y nos vamos al aeropuerto. Hacemos el camino inverso al de nuestra llegada: cogemos el vaporetto en la parada Ca’ d’Oro hasta Piazzale Roma y ahí el autobús que nos lleva hasta el Aeropuerto Internacional Marco Polo.
Nuestro viaje llega a su fin y tenemos que despedirnos de esta ciudad que nos ha gustado tanto. Volveremos.
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